- Raciones: 8 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 20
- Tiempo de Cocinado: 40
- Calorías: 380
- Dificultad:
Fácil
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Resulta imposible caminar por los pasillos de la sección de pastelería del supermercado sin detener la mirada en las pepitas de chocolate. Estos pequeños trozos de chocolate, lejos de constituir un antojo para esos furtivos momentos de picoteo, son parte esencial de multitud de recetas, entre las que se encuentran las magdalenas, pasteles, gofres, galletas, pudines y, por supuesto, diferentes bizcochos. La idea surgió de la cabeza de la chef Ruth Graves Wakefield.
En vez de integrar el chocolate diluyéndolo por completo en la masa, optó por esparcir trozos de este a una receta de galletas, logrando un éxito que aun a día de hoy se replica. Wakefield consiguió un acuerdo ventajoso con Nestlé para que le procurara suministro de por vida de este chocolate, dejando a cambio la comercialización industrial de las cookies en sus manos. No fue hasta 6 años después, en 1939, cuando Nestlé comenzó a comercializar las pepitas de chocolate.
Las pepitas o chispas de chocolate no solamente puede incluirse enteras, sino que además son una solución práctica y alternativa a las clásicas tabletas. Pueden, efectivamente, derretirse para emplearse en cremas o ganaches de chocolate, entre otros. Al principio, tan solo se encontraba disponible una versión a base de chocolate negro, leche y azúcar, es decir, el clásico por antonomasia, sin embargo, más tarde aparecerían sabores como el chocolate blanco y caramelo.
Uno de los principales escollos que encuentran muchas personas a la hora de derretir chocolate, es no conocer con exactitud su punto de fusión. El proceso de fusión ocurre gracias a la manteca de cacao presente en el chocolate, una grasa fundente que encuentra su punto óptimo de licuación a los 50º C. Cuando la manteca excede esta temperatura, comienza a quemarse, presentando un degradable sabor amargo, por tanto, se recomienda fundir en baño María.
Para realizar este bizcocho de pepitas de chocolate no necesitaremos tanta precisión, ya que las pepitas o lágrimas se cocerán mezcladas en la masa de manera totalmente desatendida. Sorprende como un poco de chocolate es capaz, sin sumar ni un ápice de complejidad a la elaboración, de ensalzar las virtudes gustativas de un bizcocho. Tan sencillo como dejar caer unas gotas en forma de lluvia a la masa, convirtiendo cada bocado en algo digno de alabanza.
Ingredientes
Instrucciones
- Arrancaremos añadiendo los huevos en un bol, seguidos del azúcar, mezclándolos vigorosamente con una varilla hasta blanquearlos. Blanquear en repostería consiste en batir una mezcla, generalmente de huevos con azúcar, hasta que presente un aspecto espumoso y haya doblado su volumen, lo que garantizará más tarde una textura en la masa ligera y alveolada.
- A continuación, incorporaremos el yogur griego natural, que destaca por su cremosidad. Podríamos utilizar cualquier otro tipo de yogur, incluso alguno con saborizante, no obstante, suelo optar por el clásico griego, precisamente por ese toque extra de cremosidad que aporta. Continuaremos con el aceite, la pizca de sal y la vainilla, batiendo el conjunto hasta homogeneizarlo.
- Agregaremos la harina tamizada con la levadura, batiendo nuevamente mientras somos testigos de como la masa se vuelva más espesa. Haremos hincapié en que no queden grumos, pudiendo batirla ligeramente con el túrmix, o mejor aún, con unas varillas eléctricas de repostería.
- Forraremos un molde de plumcake con papel vegetal, no sin antes haberlo engrasado con mantequilla, lo que afianzará el papel a las paredes del recipiente. Verteremos la mitad de la masa, esparciendo la práctica totalidad de las chips de chocolate, reservando unas pocas para luego.
- Nuevamente, verteremos la masa restante, y cubriremos por encima con las pepitas que habíamos reservado, procurando que guarden una distribución más o menos uniforme. Precalentaremos el horno a 170º con calor arriba y abajo, sin función de aire, colocando una rejilla a media altura.
- Introduciremos el bizcocho en el horno y contaremos entre 30 o 45 minutos, tiempo que variará en función del grosor del molde y, como no, de las especificaciones de nuestro horno. Cuando lleve alrededor de 30 minutos, lo pincharemos con un palillo para verificar si está cocido.
- Sabremos que la cocción ha concluido cuando este salga totalmente limpio, aunque con cierta humedad, pues no nos interesa dejarlo demasiado seco. Una vez listo, lo sacaremos del horno y dejaremos atemperar, desmoldándolo después para que enfríe encima de una rejilla.
- Como sugerencia de presentación, te proponemos cortarlo en pequeños trozos que estarán acompañados por un poco de mermelada o fruta fresca. Asimismo, cabe la posibilidad de transformarlo en un fabuloso postre, presentándolo junto a una quenelle de helado al gusto.
- ¡Qué aproveche!
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