- Raciones: 8 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: -
- Tiempo de Cocinado: -
- Calorías: 320
- Dificultad:
Fácil
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Para muchos, la traslación de la gastronomía patria a otras latitudes pasa por abandonar indefectiblemente los regionalismos gastronómicos, sin embargo, comunidades como Extremadura, pueden presumir orgullosas de albergar algunos platos con carácter identitario. Generalmente, se habla de la cocina gallega, andaluza o catalana, relegando injustamente al ostracismo a tierras tan ricas en buenas virtudes como la extremeña y sus repápalos o sapillos.
A nivel nacional el conocimiento de la gastronomía extremeña es escaso, e incluso dentro de sus confines, la información disponible acerca de los repápalos se nos antoja insuficiente. Tuvimos que esperar a la edición de 1947 de la RAE para encontrar una definición precisa de la elaboración: “Repápalo” (De Papar): Panecillo redondo o torta de harina que se usa para desayunar. Quizá sea una definición insuficiente, ya que no solamente se limita a designar un dulce para el desayuno.
Sus orígenes son confusos e insondables, aunque hay evidencia de que se trata, como sus ingredientes delatan, de un platillo humilde nacido a la luz de la tradición pastoril. Esta cocina de subsistencia se caracteriza por la extrema modestia en sus ingredientes, sin renunciar a un sabor profundo y rico en matices. Por otro lado, podeos intuir una influencia de la cocina sefardí, de ahí que podamos degustar este delicioso bocado, sobre todo en Semana Santa y fiestas santorales.
Básicamente, se componen de pan sentado del día anterior, al que se le saca la miga que se introduce en un bol con huevo para posteriormente freírla en forma de bola. De manera adicional, y con el objetivo de darle más enjundia al plato, se presentan en un plato inundado con leche aromatizada, redondeando el resultado final. En ocasiones el anís o el aguardiente también hacen acto de presencia, enfatizando los matices y convirtiéndolo en un postre digno de la mejor cocina.
Ingredientes
Instrucciones
- Estamos ante un plato sin muchas florituras, revelándose como una alternativa a las torrijas cuando nos encontramos con sobras de pan de los días anteriores. La miga debe presentar una textura correosa que permita cortarla o rallarla sin demasiado esfuerzo. Dejaremos un pan de pueblo durante dos o tres días en el interior de una bolsa de tela a temperatura ambiente.
- Extraeremos la miga del pan, desechando completamente la corteza. Cortaremos la miga en pequeños trozos irregulares, disponiéndola en bol, al cual añadiremos directamente los huevos y el azúcar. Trabajaremos la masa con las manos, preferiblemente enguantadas, y amasaremos hasta obtener una especie de engrudo homogéneo, no muy fino, pero sí perfectamente hidratado.
- Los cachos pan quedarán dispersos e integrados en el huevo. Aparte, en una reductora, verteremos la leche entera, seguida de la piel de un limón sin el albedo, y una rama de canela. Llevaremos a ebullición a fuego mínimo, manteniéndonos vigilantes con la leche, pues como muchos sabrán cuando comienza a hervir corremos el riesgo de que acabe desbordándose.
- Cuando a arranque a hervir, la retiraremos del fuego y taparemos la boca de la reductora con papel film, dilatando de este modo el tiempo de infusión de los aromáticos. Volvemos nuevamente a la masa, que habrá cogido cuerpo suficiente como para formar bolas más o menos manejables. Verteremos abundante aceite de oliva de girasol en un parisién a fuego medio.
- La temperatura óptima para freír los repápalos es de 180º, siempre antes del punto de humo. Alcanzada la temperatura deseada, iremos friendo pequeñas porciones de masa que cargaremos con la ayuda de una cuchara, dejando que se deslice. Terminaremos de contornearla en la sartén, redondeándola con la parte cóncava de la cuchara y volteándola hasta que se dore por completo.
- Taparemos el fondo de un plato amplio con papel de cocina absorbente, y las iremos retirando al mismo según vayan estando listas, sin amontonarlas. Recuerda no saturar el aceite, o bajará drásticamente de temperatura, arruinando la fritura. Una vez hayamos terminado con la masa, sumergiremos las bolas en la leche infusionada, conduciéndole al fuego un par de minutos.
- En este breve lapso de tiempo, se empaparán de la leche, absorbiendo todo el sabor. Retiraremos la cáscara de limón y la rama de canela. Como sugerencia de presentación os propongo servir en un cuenco individual dos bolas sobre un poco de la leche, y rematar con canela en polvo, azúcar glas o, incluso, un poco de cacao en polvo. ¡Plato sencillo que puede ser muy sofisticado!
- ¡Qué aproveche!
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