- Raciones: 6 Persona(s)
- Tiempo de Preparación: 25
- Tiempo de Cocinado: 45
- Calorías: 480
- Dificultad:
Media
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La gastronomía leonesa es un baúl sin fondo e inagotable de delicias irresistibles, no solamente en lo que concierne a chacinas, embutidos, quesos y jamones, sino también a los apetitosos dulces. No siempre los clásicos están respaldados por siglos de historia, a veces, como en el caso que nos ocupa, es un humilde maestro confitero quien consigue crear escuela en los años 80, convirtiendo las rosquillas de San Froilán en una tradición ligada, inexorablemente a las fiestas que da nombre.
Santiago Pérez, cabeza de confiterías La Coyantina, actualmente desaparecidas, aunque no por falta de relevo generacional, prestaba servicio militar en Gijón. Allí trabó cierta amistad con un diestro confitero alemán, encargándose de introducirle en la repostería bávara. Cautivado por la cultura sajona, decidió emprender un viaje a Alemania que le llevaría a conocer los secretos mejor guardados de sus célebres rosquillas. Más tarde, en los años 80, regresaría con toda la sapiencia.
Paradójicamente, no obtuvo el éxito que presuponemos con las rosquillas de San Froilán, sobreviviendo a las veleidades del mercado de la pastelería a través de un recetario que su hijo se encargaría de rescatar del olvido. Tomando como precepto la receta original, Luis César García González, encargado de la Confitería Asturias, elaboraría un dulce que, en contra de todo pronóstico, cosecharía un éxito sin precedentes, copiadas hasta la saciedad por otros confiteros.
Quizá, el elemento diferenciador de estas rosquillas, lo que las presentó como disruptivas en España, tenga mucho que ver con el glaseado que las cubre. El glaseado cumple con varios cometidos, desde preservar la terneza y jugosidad de la rosquilla, hasta transformar su sabor y, por supuesto, exponerla de manera mucho más atractiva; con un brillo que embelesa. Llevar a cabo unas deliciosas rosquillas de San Froilán en casa no tiene que ser necesariamente difícil.
Ingredientes
Instrucciones
- Comenzaremos dando forma a la masa, vertiendo la leche junto al azúcar y una pizca de sal en un cazo pequeño. Lo colocaremos a fuego bajo, agregando la mantequilla, mientras removemos con una lengua para conseguir integrar todos los ingredientes. Antes de que rompa a hervir, incorporaremos la harina de golpe, mezclando enérgicamente para que la masa no se agarre.
- Rápidamente, cogerá consistencia, desprendiéndose de la superficie interior del cazo, como si de una pasta choux se tratase. Cuando logremos ese punto, es decir, de la masa desprendiéndose de las paredes del cazo, la apartaremos del fuego y volcaremos sobre una superficie de trabajo. Amasaremos levemente con las manos, dejándola reposa bien tapada con film para que atempere.
- Devolveremos la masa ya fría al bol, vertiendo encima de la misma el ron, además de cascar todos los huevos uno a uno. Al mismo, iremos integrando con las manos, hasta obtener una masa suave, de aspecto brillante y tacto ligeramente pegajoso. Traspasaremos la masa a una manga pastelera provista de una boquilla gruesa, colocándola en un vaso alto para facilitar el proceso de llenado.
- Acomodaremos un papel sulfurizado en la mesa, formando círculos de masa, procurando guardar cierta separación entre ellos. Los recortaremos individualmente respetando el perímetro, quedando listos para freír. Llenaremos con abundante aceite de girasol alto oleico una parisién, calentándolo a 180º, temperatura que nos preocuparemos por mantener más o menos contante.
- Añadiremos las rosquillas con el papel mirando hacia arriba, el cual se desprenderá por sí solo con la acción del calor, momento que aprovecharemos para retirarlos. Transcurridos un par de minutos, les daremos la vuelta y freiremos por el otro lado, ya que tienden a flotar. Iremos retirándolas con una araña a un plato amplio cubierto con abundante papel de cocina absorbente.
- Mientras se enfrían, preparemos el glaseado, mezclando en un bol el azúcar glas con el agua y unas gotas de limón, quedando listo en un santiamén. Sumergiremos las rosquillas completamente frías en el glaseado, dejándolas secar en una rejilla de horno para que escurran. Como advertíamos, mantienen perfectamente por varios días sus propiedades organolépticas.
- ¡Qué aproveche!
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